Hace poco más de tres meses entró en vigencia la denominada Ley Fintec en Chile. Sin duda un tremendo avance, que contó con el respaldo transversal de senadores y diputados, el gobierno actual y el anterior, el Banco Central y la Comisión para el Mercado Financiero (CMF), por nombrar algunos.
La ley vino a normar una realidad, que es el sostenido y acelerado crecimiento que ha experimentado en el país el desarrollo de los productos y servicios financieros basados en tecnologías digitales (Fintechs). Estamos hablando de actividades como medios de pago alternativos, Crowdfunding & Lending, Criptoactivos, Insurtech, entre otras.
Distintas actividades que desarrollan actualmente más de 260 empresas en Chile -y que podrían llegar a 400 el próximo año-, las que tendrán un marco de acción definido, dando certeza a clientes, inversionistas y emprendedores. Pero, como dicen por ahí, el diablo está en los detalles.
Ahora son la CMF, el Banco Central y la UAF los encargados de implementar esta nueva regulación, a través de normas y reglamentos más técnicos y específicos. Pero, ¿cuáles son los principales desafíos en este proceso?
El primero y más trascendente es la proporcionalidad como motor del desarrollo de mercado en esta industria, es decir que las obligaciones que se impongan consideren el tamaño y riesgo particular de cada empresa y actividad, y no sean una mochila pesada que termine impidiendo la irrupción de actores menores. Es este punto central el que demandará mayor "arte y oficio" por parte de nuestros reguladores.
El segundo, el desafío relativo a la extraterritorialidad, ya que la industria Fintech permite por primera vez que ciertos servicios financieros puedan actuar desde Chile hacia el mundo y viceversa, terminando con el intranet financiero que vivimos hasta hace pocos años atrás. En otras palabras, es necesario analizar cómo establecer normas que no hagan más conveniente a las empresas del sector constituirse como tal en otra jurisdicción más favorable y brindar servicios a nivel local, manteniendo, incluso, a sus colaboradores en el país.
Esto ya ocurre con algunas de las plataformas de criptoactivos más grandes del mundo, que prestan servicios desde jurisdicciones extranjeras sin verse obligadas a cumplir con algunas normas que son obligatorias para las plataformas locales, por el hecho de no estar domiciliadas en Chile.
Entonces, si realmente queremos convertirnos en un hub financiero en la región, el desafío que tendrán las autoridades locales es generar normas que sean un incentivo para que fintechs chilenas deseen mantenerse en Chile e invitar a que otras se instalen en el país y desde acá presten servicios al mundo.
Otro punto de gran relevancia es tener mucho cuidado en regular la actividad y no la tecnología, y un gran ejemplo de ello es Internet. En la década de 1990, durante el Gobierno de Estados Unidos encabezado por Bill Clinton, se discutió bastante sobre cuál tenía que ser la intervención sobre la primera red pública global que comenzaba a reemplazar las redes privadas (intranets). Así, en un movimiento audaz para la época, definieron una posición de hands off, la cual sugería que era necesario esperar el desarrollo del mercado para luego intervenir con base en la experiencia y conocimiento. Internet creció gracias a que la precisa intervención regulatoria permitió la innovación durante toda la década de los 90, para luego masificarse y cambiar nuestra sociedad completamente. Esto permitió a los reguladores identificar y atacar problemas puntuales relativos a los prestadores de servicios que utilizaban Internet como la ciberseguridad de datos, entre otros, sin regular la tecnología misma.
Mira las aplicaciones de tu celular. Probablemente las de servicios financieros son las únicas que puedes identificar como locales. Las Fintech permiten que -así como tus aplicaciones de redes sociales y música- los servicios financieros también sean globales, generando un nivel de innovación y competencia que beneficiará a millones de chilenos si logramos sacar adelante una regulación que así lo permita.