Hasta hace poco habría sido imposible imaginar que un dólar administrado por los bancos de inversión más grandes del mundo se destinara a hacer crecer un pequeño negocio en América Latina, o a financiar las necesidades de una persona que ni siquiera estaba bancarizada. Hoy esto es posible gracias a las innovaciones de las empresas fintech, que recogen esos capitales y los colocan en la región, donde han crecido fuertemente.
'En Latinoamérica tenemos algo más de 2.800 firmas fintech, lo que significa que una de cada cuatro está acá, y eso se debe a que responden a brechas de tecnología, innovación, competencia e inclusión financiera', explica Angel Sierra, director ejecutivo de FinteChile, que reúne a las compañías y startups del sector.
Y los segmentos de mayor desarrollo son similares para la región. Pago digitales, financiamiento digital y gestión de finanzas empresariales son tres de los más importantes, según el informe 'Fintech en Latinoamérica y el Caribe: un ecosistema consolidado para su recuperación', de Finnovista-BID. Si bien sus cifras para Chile datan de 2021, la tendencia se mantiene, según Sierra.
Confluyen dos factores para que, desde 2017, Pagos y Remesas sea el segmento con mayor crecimiento, con una tasa anual promedio de 36%: la baja bancarización y un alto porcentaje de acceso a la tecnología móvil.
En Chile, el impulso a la digitalización del efectivo data de 2019, cuando la Corte Suprema ordenó a Transbank abrir el mercado de la adquirencia, lo que generó la entrada de diversos actores. Más adelante, la ley de tasas de intercambio estableció techos a los cobros que estos realizan a los comercios, incentivándolos a incorporar el pago con tarjetas. Finalmente, con la pandemia, se terminó de disparar el uso del comercio online.
Un segundo segmento al alza es el de préstamos o financiamiento digital, con un 19% de los emprendimientos y un alza anual promedio del 45% desde 2017 en la región, según Finnovista.
En nuestro país, estos productos se enfocan principalmente en empresas, en especial pymes. 'En 2020, las fintech chilenas habían financiado alrededor de US$ 450 millones, que el 2021 subieron a US$ 900 millones, y ya deben estar llegando a los US$ 2.500 millones', estima Sierra. Ello se debe a que hay muy buena calidad de datos, gracias a la facturación digital y el web scrapping, técnica con la que las fintech recogen información del eventual cliente —previo consentimiento— para evaluar su riesgo.
'El financiamiento pyme es una gran oportunidad que está siendo capitalizada por la industria fintech, debido a que hay una concentración de servicios financieros en la banca, que atiende primero a los clientes más rentables, las grandes y medianas empresas. Las pymes quedan medianamente desatendidas y ahí es cuando las empresas fintech aceleran', afirma el director ejecutivo de FinteChile.
Sin embargo, José Tessada, director de la Escuela de Administración de la Universidad Católica, advierte que aún subsisten problemas 'como falta de información, de registros o de historial, que termina afectando la penetración en otros segmentos. Aun cuando puedan operar con menores costos, en el segmento de mipymes se requieren nuevas innovaciones para resolver algunas de estas dificultades'.
Sierra agrega que la recolección de datos se va a potenciar más aún con la implementación de la Ley Fintech, 'que obliga a que la banca entregue los datos de personas y empresas previo su consentimiento'.Pero en este segmento tenemos una tarea pendiente: desarrollar los préstamos digitales a personas. Chile es el único país de Sudamérica sin un registro de deuda consolidada, por lo que urge promulgar la ley respectiva, en trámite en el Senado.
Otra vertical de amplio desarrollo en Chile es la que se refiere a soluciones digitales de gestión de finanzas empresariales, tales como servicios de contabilidad digital o facturación electrónica, que pueden ser muy útiles para las pymes, debido a sus limitaciones de recursos.
'Esta es un área que puede llegar a tener un alto impacto. Perfeccionar la gestión e información en mipymes puede impulsar un mejor manejo de estas, enriquecer la toma de decisiones, e incluso ayudar a mejorar el acceso a servicios que requieren parte de esta información o al menos, mayor claridad de lo que sucede adentro', opina Tessada.